Miguel Torga (1907 - 1995 ) nos habla de un curioso y astuto gorrión en su cuento titulado "Ladino" (Bichos. Págs. 81 a 86). Este pajarito se resistía a abandonar el nido, sin hacer caso a los ánimos y recomendaciones le hacía su madre, ni a las broncas y picotazos de su padre, y sin importarle las burlas de sus hermanos que ya volaban de un lado para otro. Y así pasaron los días hasta que:
"Pese a todo, un día cualquiera se decidió. Una persona no podía estar toda la vida a sopa boba. Pero ni quieran saber... casi fue necesario un paracaídas.
Más tarde, cuando recordaba la escena, aún se reía. Y se deleitaba describiendo las emociones que sintió. Escalofríos, palpitaciones, mareos, con la cola tiritando, viendo las cosas oscurecidas y desenfocadas. Todo angustiado. Le amparó su santa madre, que Dios tuviera en su gloria.
- Abre las alas, muchacho, no tengas miedo! Corage. De una vez.
Tenía que ser. Cerró los ojos, extendió los brazos y lanzó el cuerpo bruscamente. Por mil diablos, parecía que el corazón se le salía por los pies! Aire, por tanto, viste. Dio aletazos acongojado.
- Madre!
Pero al final no caía, ni el aire le faltaba, ni ninguna otra cosa. Iba descendiendo como una pluma, gracias a los amortiguadores, o fuese a lo que fuese. En el pecho una fina frescura, agradable... No tenía dudas, volar era realmente placentero. Y qué bonito el mundo allá abajo! Todo le sonreía, claro y acogedor...
La madre, siempre vigilante y maestra en el oficio, le aconsejó un buen truco antes de aterrizar. Dar cuatro aleteos hondos y precisos y después aprovechar el balanceo con el cuerpo a modo de hoja muerta a merced de la brisa... Y se posó. Muy despacio, delicadamente, se posó en medio de toda aquella pillería que perdía las uñas al rededor de un montón de centeno.
Tierra! La pisaba por primera vez! Otra cosa diferente, mucho más áspera que el terciopelo del nido, pero también caliente y segura."
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