miércoles, 19 de noviembre de 2014

MINIFUNDISMO RADICAL.

El minifundio es una característica común y definitoria las zonas de montaña en cuanto a la estructura de la propiedad de la tierra. Pero si hay un territorio en donde esta realidad se manifiesta en grado extremo, esa es la comarca cacereña de Las Hurdes. 


En esta tierra sin tierra, el minifundismo se plasma en su expresión más radical y extrema. Además de dividirse el terrazgo en pequeñas parcelas o propiedades, éstas se subdividen a su vez en minúsculos y estrechos bancales o terrazas, a causa de las fuertes pendientes del terreno montañoso hurdano, donde apenas cabe una hilera de olivos o cerezos, un poco de maíz o el miniuniverso de una huerta para autoconsumo, primorosamente cuidada.

De este modo el fondo de los escarpados valles fluviales ha sido transformado en primoroso vergel, recordando los oasis del desierto, rodeado por las ásperas y casi desnudas montañas que conforman este territorio; reino absoluto de la pizarra.

 La totalidad del paisaje hurdano es obra de sus habitantes: la tierra fértil defendida por bancales, los bosques de pinos, las laderas desprovistas de vegetación… Pese a las condiciones poco favorables del terreno, Las Hurdes posee un paisaje con muy alto grado de humanización. La mano del hombre ha modelado y creado todo lo que podemos contemplar. Y la manifestación más extrema puede verse en la tierra cultivada, donde no sólo se construyeron las terrazas y sus muros defensivos de piedra seca, sino que se aportó la propia tierra fértil traída de otras zonas.




Es todo un espectáculo de amor a la tierra y al trabajo verles sacar el fruto de sus cosechas (pongamos cerezas) a lomo de caballería, ascendiendo por estrechos y serpenteantes senderos ladera arriba, salvando impresionantes pendientes, hasta alcanzar la pista forestal en la que espera aparcado un vehículo de motor. El valor otorgado al producto es impagable.