martes, 12 de agosto de 2014

SE INICIA LA MIGRACIÓN DE LAS AVES

Es muy gratificante no dejar de practicar la observación de la Naturaleza y sus cambios a lo largo del año; mantenernos atentos a los fenómenos que van marcando el paulatino avance de las estaciones (otoño, invierno, primavera y verano) y vivir esos cambios como oportunidades renovadas de disfrute del campo y de la vida al aire libre. En una sociedad mayoritariamente urbanizada como la nuestra y sumida en la comunicación tecnológica, es importante no perder el contacto con lo natural y sus ritmos. Para ello tenemos bastantes recursos a nuestro alcance que podemos aprovechar.

A nadie se escapa la distinta duración de la luz diurna que experimentamos en estos días de agosto. Los seres vivos (aves, plantas, animales) son especialmente sensibles a estos cambios por afectar a sus vidas de forma determinante, ya que su dependencia de la Naturaleza no puede aminorarse de ningún modo.


Una de las más llamativas consecuencias de estos cambios estacionales es la Migración de las aves. Ya han comenzado este impresionante viaje anual las primeras especies, algunas tan familiares y urbanófilas como cigüeñas, golondrinas, aviones o vencejos. No hace muchos días, hemos comprobado cómo los nidos de templos y palacios han quedado vacíos. Sólo raramente se ve posada en ellos alguna solitaria cigüeña añorando su hogar materno. Por las mismas fechas han ido disminuyendo progresivamente los grupos de vencejos, tan ruidosos al atardecer, dando vueltas entorno a los edificios con vertiginosa velocidad.

Son las primeras señales de que el verano se encamina a su fin. Ciudades y pueblos se llenan de aires de fiesta para despedir al verano y a los veraneantes; entre ellos, también las aves migrantes. No en vano hay un pueblo del Valle del Ambroz donde la gente mayor dice que, al igual que los forasteros, los aviones y los vencejos se marchan una vez acaban las fiestas de agosto. Una canción popular, llevada y traída por pastores trashumantes, también cantaba al carácter efímero del verano y su bonanza del modo que sigue:
El amor que es forastero
Es como las golondrinas
Que cuando acaba el verano
A su tierra se encamina.

Y envuelta en fiestas, se acaba la estación feliz del calor y la luz, de la vida en la calle y los baños en los ríos y gargantas. Se marchan los forasteros y las calles comienzan a estar más silenciosas sin el alboroto alegre de los vencejos.