Es muy gratificante no dejar de
practicar la observación de la Naturaleza y sus cambios a lo largo del año;
mantenernos atentos a los fenómenos que van marcando el paulatino avance de las
estaciones (otoño, invierno, primavera y verano) y vivir esos cambios como
oportunidades renovadas de disfrute del campo y de la vida al aire libre. En
una sociedad mayoritariamente urbanizada como la nuestra y sumida en la
comunicación tecnológica, es importante no perder el contacto con lo natural y
sus ritmos. Para ello tenemos bastantes recursos a nuestro alcance que podemos
aprovechar.
A nadie se escapa la distinta
duración de la luz diurna que experimentamos en estos días de agosto. Los seres
vivos (aves, plantas, animales) son especialmente sensibles a estos cambios por
afectar a sus vidas de forma determinante, ya que su dependencia de la
Naturaleza no puede aminorarse de ningún modo.
Una de las más llamativas
consecuencias de estos cambios estacionales es la Migración de las aves. Ya han
comenzado este impresionante viaje anual las primeras especies, algunas tan
familiares y urbanófilas como
cigüeñas, golondrinas, aviones o vencejos. No hace muchos días, hemos
comprobado cómo los nidos de templos y palacios han quedado vacíos. Sólo
raramente se ve posada en ellos alguna solitaria cigüeña añorando su hogar
materno. Por las mismas fechas han ido disminuyendo progresivamente los grupos
de vencejos, tan ruidosos al atardecer, dando vueltas entorno a los edificios
con vertiginosa velocidad.
Son las primeras señales de que
el verano se encamina a su fin. Ciudades y pueblos se llenan de aires de fiesta
para despedir al verano y a los veraneantes; entre ellos, también las aves
migrantes. No en vano hay un pueblo del Valle del Ambroz donde la gente mayor
dice que, al igual que los forasteros, los aviones y los vencejos se marchan
una vez acaban las fiestas de agosto. Una canción popular, llevada y traída por
pastores trashumantes, también cantaba al carácter efímero del verano y su
bonanza del modo que sigue:
El amor que
es forastero
Es como las golondrinas
Que cuando
acaba el verano
A su tierra
se encamina.
Y envuelta en fiestas, se acaba
la estación feliz del calor y la luz, de la vida en la calle y los baños en los
ríos y gargantas. Se marchan los forasteros y las calles comienzan a estar más
silenciosas sin el alboroto alegre de los vencejos.