Viven en nuestra ciudad y siempre
están cerca de nosotros, vayamos donde vayamos. Son esos pequeños vecinos,
madrugadores, ruidosos e inquietos, con sus cuerpecillos cubiertos de plumas de
colorido diverso –a veces espectacular y llamativo-, que alegran nuestra vista
y nuestro oído con su canto y con su incansable ir y venir.
Su vida en un imparable afán en
busca de alimento. Se dice popularmente a la persona que es de poca comida que “come
menos que un pajarito”; nada más incierto. Un pájaro come tanto alimento como
varias veces su peso corporal. El vuelo y esa vida ajetreada que les
caracteriza, representa un enorme gasto de energía. Ser animales de sangre
caliente y estar dotados de la capacidad de volar, les permite estar presentes
en todos los climas y medios de nuestro planeta. La diversidad de aves es
enorme.
Esta gran diversidad de especies
y subespecies representa un aliciente más en los viajes para el aficionado a la
observación de aves (birdwatching). En todos los lugares hay aves. Siempre se
pueden ver aves diferentes allá donde vayamos. Siempre podemos ver aves desde
la ventana de nuestra casa, en los parques de nuestra ciudad, en nuestro
entorno más inmediato.
El hombre siempre ha envidiado el
vuelo de las aves y ha inventado mil artilugios para alcanzar el sueño de
volar. En Plasencia se cuenta la leyenda de un hombre que quiso volar, allá por
el siglo XVI. Fue juntando plumas de aves para revestir una estructura, creada
por su ingenio, a imitación de las aves y voló desde la torre de la Catedral
hasta la dehesa de los caballos; primer vuelo humano del que se guarda memoria.
Es muy justo dedicar un día a
festejar que existen aves y festejar el hecho de saber obtener un grandísimo
disfrute con el simple hecho de contemplarlas. Mañana es el DÍA DE LAS AVES.
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